NO

Decir NO,

que dificultad tan grande para aquellos que no sabemos pronunciarla,

que no podemos decirla, dejarla escapar de nuestra boca,

cuando es nuestro corazón,  nuestro ser el que la está gritando.

En la escuela deberían de enseñar a decir NO, a protegerte y respetarte diciendo oportunamente NO,  de cuantos malos ratos nos libraría, estoy segura que  las relaciones serían más sanas ya que no habría nadie sintiéndose  «obligado» a hacer las cosas sólo por pena y no poder decir NO.

Empezaré por hacer planas en mi cuaderno de esta pequeña pero fuerte palabra, no sé cuantas tenga que escribir para que se empiece a marcar en mi vocabulario, en mi hablar cotidiano, en mi mente y en mi corazón, para poder discernir, a quién decirle NO, cuando realmente lo siento y a decir que sí a ese que si me animo a decirle que NO, cuando muchas veces mi corazón me dice que sí.

Está difícil la tarea que me queda por hacer….será mejor empezar…

NO, NO, NO, NO…

EL VOLVIO A CASA

Un día él volvió a Casa
La Casa
La Casa familiar
No la casa con osamenta de acero, con músculos de cemento, y una epidermis maquillada y frágil.
Esa no es La Casa, es la vivienda.
La Casa es hogar.
La Casa es espacio que no ocupa espacio.
La Casa es tiempo que no ocupa tiempo.
La Casa se multiplica. La vivienda se divide.
La Casa es Familia.
Carne intangible que protege. Sangre invisible que nutre.
Un día él volvió a Casa.
La Casa.
Y se dio cuenta que nunca se había ido.
Y se dio cuenta que a veces uno puede irse para siempre sin haberse movido.
Y que a veces uno siempre se queda por mas que se vaya siempre.
Un día el volvió a Casa.
La Casa.
Su Casa.
La vivienda puede derruirse.
La Casa no.
Un día él volvió a Casa.
Se lavó en su agua y se la bebió.
Entonces lo supo.
La ausencia no siempre reclama regreso.
Ni regreso significa siempre volver.

Rafael Ramos